viernes, 16 de abril de 2010

4. Educación Virtual - Evaluación...

En las teorías de aprendizaje virtual un factor determinante es el proceso de formación de docente, entendiéndose como el horizonte del sentido de la educación, en el cual cada persona conquiste su propia identidad, que cada persona logre desarrollarse en el plano de lo humano, ése es el objeto de la labor educativa (Gutierrez, 2005). Existen diversas definiciones de formación virtual, una de las más simples es un alumno y un profesor, separados por el tiempo y el espacio, que utilizan ciertos medios para comunicarse y aprender (Marcelo y Perera, 2004). Este tipo de formación es influenciado por los intereses de cada institución educativa y el diseño de sus cursos dependen del equipo de profesionales que los desarrollen, este equipo establece claramente el rol del participante y del profesor comúnmente denominado tutor. Los maestros virtuales tienen nuevos retos que afrontar, de acuerdo con Peters (2002), requieren estar motivados por ayudar a sus estudiantes a ser independientes y autorregulados. El maestro tiene que desarrollar el hábito de reflexionar sobre su manera especial de enseñar a distancia; debe formar alumnos tanto en aspectos humanísticos, técnicos, artísticos, como en el entrenamiento y apropiación de estrategias cognitivas, habilidades del pensamiento y destrezas profesionales, y por último, en la experimentación de la autoestima y solidaridad hacia los otros. Además puede jugar dos roles claves en el proceso, como diseñador o experto en contenido, que al trabajar con un equipo interdisciplinario diseña los ambientes virtuales para el aprendizaje y como docente que orienta un curso ejerciendo las labores propias de la tutoría y acompañamiento pedagógico a un grupo de estudiantes.

Las Tecnologías de información permiten establecer al mismo tiempo el dialogo con el profesor y con el grupo de participantes en tiempo real (Shale, 1988; Garrison, 1999) sin embrago, no todo profesor puede ser un tutor exitoso bajo esta modalidad (Moore, 2001). En relación al rol del tutor Paulsen afirma “El rol del formador se centra fundamentalmente en la dinamización del grupo y en sumir funciones de organización de las actividades, de motivación y creación de un clima agradable de aprendizaje y facilitador educativo, proporcionando experiencias para el auto-aprendizaje y la construcción del conocimiento” (Paulsen, 1992). La formación del tutor es uno de los factores esenciales para asegurar el aprendizaje en el estudiante, partiendo del supuesto que el curso esta pedagógicamente bien diseñado. Tal como lo expresa Sherry (1996) “poner todo su empeño en conseguir el tutor ideal antes que la tecnología más sofisticada”. Señala Borrero (2006) que es avanzar hacia la “profesionalización de los Tutores” dado su rol decisivo en los niveles de retención, calidad y frecuencia de las interacciones. También señala la tutoría como una práctica que se construye en el hacer, concepto que extiende Miguel (2006) como el “tiempo dedicado por el profesor a ejercer tutela, orientación y consejo a los estudiantes de manera personalizada que se centra en apoyar el proceso de aprendizaje”.

En lo pedagógico el tutor acompaña, media y retroalimenta al participante en su proceso de formación, conduce el aprendizaje individual y grupal, orientando y aconsejando cuando el participante o el grupo lo requieran. En lo social el tutor mantiene una atmosfera agradable y dispuesto a ayudar, con cualidades de liderazgo y mediación. En lo técnico el tutor posee conocimientos relacionados con el uso de la tecnología.

La comunicación en los ambientes virtuales de aprendizaje, es uno de los aspectos vitales en la formación virtual y es allí donde los medios producen intercambios en tiempo real o diferido, como lo es la comunicación sincrónica y asincrónica, lo que favorece la socialización y la construcción de conocimiento en una comunidad de aprendizaje. En consecuencia, el tutor debe tener cualidades de buen comunicador, de animador y buen motivador con al palabra y también con el discurso (salinas, 2003; Salmon, 2000; Adell y Sales, 1999). Los tutores necesitan una seria de habilidades y cualidades que les permitan cumplir con su rol, estas se presentan en cuatro ámbitos pedagógico, social, técnico y administrativo (Moore, 2001). Esta perspectiva el aprendizaje no se produce de forma aislada sino a través de la interacción y el trabajo colaborativo en una comunidad de aprendizaje, entendiéndose comunidad de aprendizaje como la creación, desarrollo y mantenimiento de un grupo virtual de estudiantes que tiene como finalidad la construcción de conocimientos de forma compartida mediante la interacción telemática entre todos sus miembros, (Williams et al., 2000). En esta comunidad de aprendizaje los docentes comparten sus experiencias, los problemas encontrados, las estrategias utilizadas, etc. Como lo es el caso particular de la Red Virtual de Tutores, que lidera el Ministerio de Educación con el apoyo de la universidad tecnológica de Pereira; existen investigaciones que muestran que los alumnos aprenden mejor en colaboración con su comunidad académica en actividades significativas e interesantes (Vygotsky, 1978).

En síntesis, las TIC han tenido un impacto en los procesos de enseñanza y aprendizaje reflejados en el uso de sus potencialidades. En la medida en que intervienen las TIC en los modos de aprendizaje, el accedo a la información, la adquisición de los conocimientos y en la formas de comunicación, introducen elementos nuevos en la formación y la educación de las personas. (Gross, 2000)

En términos de la educación virtual la evaluación está dando lugar a importantes iniciativas y experiencias a nivel mundial encaminadas a establecer estándares que permitan certificar su calidad. Se puede hablar de dos grandes tendencias en relación a las prácticas para evaluar la calidad de las instituciones y de los proyectos que utilizan el e-learning como actividad formativa, el enfoque parcial y el enfoque global (Sangrà, 2001). En el enfoque parcial la evaluación es centrada en alguno de estos aspectos: la actividad formativa, entendida como el proceso orientado a evaluar una acción concreta de formación, como puede ser un curso virtual, de mayor o menor duración, la finalidad de esta evaluación se orienta hacia tres aspectos básicamente: comprobar el nivel de cumplimiento de los objetivos educativos, mejorar la propia acción formativa y determinar el retorno de la inversión realizada, Belanger y Jordan (2000:187) identifican tres modelos principales en la evaluación de acciones formativas (adaptados algunos de la formación tradicional) Modelo Sistémico de Vann Slyke et al. (1998), Modelo de los cinco niveles de evalua-ción de Marshall and Shriver (en McArdle, 1999) y Modelo de los cuatro niveles de Kirkpa-trick (1994). Evaluación de los materiales, la calidad de los materiales formativos cobra una significación especial en la formación no presencial, al ser el instrumento principal de transmisión básica de conocimientos del que dispone el alumnado, de ahí que su evaluación se haya convertido en una de las evaluaciones a las que se le han dedicado mayores esfuerzos, Cabero (2001:451-455) identifica tres tipos de evaluación con respecto a los medios tecnológicos en general: la evaluación del medio en sí (características del medio), la evaluación comparativa con otro medio y la evaluación didáctico curricular (el comportamiento del medio en el contexto de enseñanza-aprendizaje); y tres agentes evaluadores: los productores, los expertos (en contenidos, diseño instructivo, …), y los usuarios. Evaluación de las plataformas tecnológicas, está orientada a valorar la calidad del entorno virtual o campus virtual a través del cual se implementa el e-learning. La dimensión y funcionalidad de un campus virtual puede variar sustancialmente según se trate de dar soporte a un curso o cursos o a una institución entera, como es el caso de las universidades virtuales. Enfoque global. Se distinguen dos tendencias: los sistemas de evaluación centrados en modelos y/o normas de calidad están-dar y calidad total y Sistemas basados en la práctica del benchmarking.

Algunos expertos señalan la importancia de definir modelos de evaluación específicos para desvelar la potencia de los programas virtuales, pues modelos de otras áreas pueden no resultar pertinentes en cuanto a que desatienden aspectos relevantes como por ejemplo las posibilidades y limitaciones en la interacción entre profesor y alumno en un ambiente virtual. En la actualidad, se realizan diversos tipos de evaluación de cursos virtuales, dependiendo de qué es lo que se evalúe, va a estar determinado el para qué, cuándo y cómo; estas evaluaciones suelen estar centradas en torno a uno o más de uno de los aspectos que se detallan a continuación:
- los materiales de estudio, como proponen BAUTISTA y otros (2001)
- las plataformas educativas, como lo trabaja ZAPATA (2003)
- la acción de los docentes, de lo que se ocupan DUART Y MARTINEZ (2001)
- el proceso en general, tal como lo presenta SARRAMONA (2001)
- el proceso pedagógico, LLARENA y PAPARO (2006)

En el proceso de evaluación virtual es esencial evaluar el proceso de aprendizaje mediante el cual valoramos los resultados conseguidos durante el proceso de formación. Esta valoración se lleva a cabo, fundamentalmente, comparando los aprendizajes con los objetivos de formación (Sangrà,2005). Las decisiones sobre los diferentes criterios constituyen diferentes estrategias de evaluación formulando preguntas como ¿Quién evalúa? ¿Por qué se evalúa? ¿Cuándo se tiene que evaluar? ¿Cómo se evalúa?. Las decisiones sobre cada uno de estos factores se toman sobre la base de los objetivos y los contenidos de formación establecidos para el material, aunque aspectos como los recursos tecnológicos y económicos pueden incidir, sobre todo en la manera como se puede evaluar. Habitualmente, dentro de un curso virtual, la evaluación se presenta en forma de pruebas, entre las cuales podemos distinguir dos tipos: la evaluación cerrada, la evaluación abierta y se diferencian por la herramienta de evaluación que se utiliza, cuestionarios cerrados o abiertos.

Diferentes perspectivas y soluciones intentan dar respuesta al tema de la evaluación de la educación virtual, hasta el momento ninguna por sí sola logra cubrir todas las necesidades de un ámbito basto y complejo. Desde diferentes organismos, instituciones y personas implicadas, se reclama la necesidad de crear estándares de calidad, certificar la calidad o evaluar la calidad de la formación virtual en sus diferentes contextos y niveles. A lo que cabe añadir la necesidad de satisfacer las demandas de formación de la nueva sociedad o generar una cultura de la calidad y de la mejora continua.

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